Este fue uno de los temas que escribí que abordaría, así que me pongo a ello. En este artículo exploraré las diferencias y similitudes entre la meditación y la hipnosis. Antes, un poco de historia.
Cuando empecé a meditar me resultaba difícil. Sentado en la silla con los ojos cerrados, me sentía incómodo e inquieto. Mi mente se resistía a detenerse, o al menos a adoptar un ritmo más pausado. Paraba un momento y después empezaba a pensar en lo que haría después, en lo que me prepararía para comer, en lo que compraría en el supermercado, en el sentido de la vida y en el sexo de los calamares. Después pensaba sobre todo lo que había pensado antes. Me di cuenta de que no podía detener el pensamiento con el propio pensamiento. Es como tratar de apagar el fuego echando gasolina. Si lo has hecho alguna vez te habrás dado cuenta de que es una mala idea.
Apenas podía pasar unos minutos sentado. Al poco tiempo me levantaba y me ponía a hacer cosas “más productivas”. Pensaba que el camino sería muy duro, y a veces pensaba en desistir.
Por entonces ya sabía algunos rudimentos de hipnosis ericksoniana, así que, para practicar la inducción estándar y aprendérmela de carrerilla, comencé a hacérmela a mí mismo. A veces me costaba un poco mantener el hilo, pero me di cuenta de que me funcionaba. Una de las máximas de la PNL es “Si no funciona, haz otra cosa. Si funciona, haz más de lo mismo”. Como me funcionaba, hice más. Pronto pude mantener el hilo y hacerme la inducción completa, manteniendo la mente consciente lo suficientemente enfocada como para seguir los pasos y ponerme en un estado que me resultaba bastante agradable. Después, aprendí otros patrones hipnóticos y aprendí a llevarme “más profundo todavía”.
Con la práctica, me di cuenta de que llegaba a un punto en que las palabras que me decía se iban separando más y más, dejando pausas cada vez más largas, así que llegó un momento en que dejó de tener sentido continuar hablándome para profundizar más en ese estado, sino que podía ir más profundo simplemente callándome. Así, alcanzaba momentos de agradable y delicioso silencio interior. Con el tiempo, fui haciendo estos espacios más y más largos.
Después aprendí formas de utilizar ese estado, tanto para fines terapéuticos como generativos, así que me ponía en ese estado de silencio interior y probaba con los nuevos patrones hipnóticos que había aprendido. Empecé a manejar mi mente de maneras útiles y beneficiosas. Continúo haciéndolo. Esto ha impactado positivamente en mi vida a todos los niveles, aunque escapa de mi propósito al escribir este artículo.
Por mi experiencia, pienso que tanto la meditación como la hipnosis conducen, si no al mismo estado, desde luego a estados muy similares; de la misma familia. Ambos se caracterizan por la profunda relajación y el enfoque interior, así como por la suspensión del diálogo interno. Después de muchos muchos años de cháchara interna, encuentro esto enormemente saludable y placentero.
Aunque relaciono ambos estados, prefiero identificarlos por separado. Así lo hacen los maestros en esto de los que aprendo, así que, hasta que sepa más, imito a los que saben más que yo. Una vez me visitó un cliente que llevaba años meditando, e incluso había sido profesor de meditación. Cuando induje el trance me aseguré de mantener estos estados separados. Prefiero dejar como está lo que ya funciona a menos que cuente con un propósito específico para ello.
Resumiendo: aunque meditación e hipnosis (o auto-hipnosis) conducen a estados muy similares, la hipnosis es mucho más dirigida. De hecho, la hipnosis es la vía rápida hacia los estados alterados de consciencia. Alguien que sepa lo que está haciendo con técnicas hipnóticas puede conducirte a un estado que tardarías años en lograr sentándote en una silla y dejando tu mente rodar al azar.
En el próximo artículo te enseñaré dos técnicas de auto-hipnosis para que empieces a practicar.
http://www.javiermalonda.com/2012/09/diferencias-y-similitudes-entre-meditacion-e-hipnosis/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+JavierMalonda+%28JavierMalonda.com%29
Cuando empecé a meditar me resultaba difícil. Sentado en la silla con los ojos cerrados, me sentía incómodo e inquieto. Mi mente se resistía a detenerse, o al menos a adoptar un ritmo más pausado. Paraba un momento y después empezaba a pensar en lo que haría después, en lo que me prepararía para comer, en lo que compraría en el supermercado, en el sentido de la vida y en el sexo de los calamares. Después pensaba sobre todo lo que había pensado antes. Me di cuenta de que no podía detener el pensamiento con el propio pensamiento. Es como tratar de apagar el fuego echando gasolina. Si lo has hecho alguna vez te habrás dado cuenta de que es una mala idea.
Apenas podía pasar unos minutos sentado. Al poco tiempo me levantaba y me ponía a hacer cosas “más productivas”. Pensaba que el camino sería muy duro, y a veces pensaba en desistir.
Por entonces ya sabía algunos rudimentos de hipnosis ericksoniana, así que, para practicar la inducción estándar y aprendérmela de carrerilla, comencé a hacérmela a mí mismo. A veces me costaba un poco mantener el hilo, pero me di cuenta de que me funcionaba. Una de las máximas de la PNL es “Si no funciona, haz otra cosa. Si funciona, haz más de lo mismo”. Como me funcionaba, hice más. Pronto pude mantener el hilo y hacerme la inducción completa, manteniendo la mente consciente lo suficientemente enfocada como para seguir los pasos y ponerme en un estado que me resultaba bastante agradable. Después, aprendí otros patrones hipnóticos y aprendí a llevarme “más profundo todavía”.
Con la práctica, me di cuenta de que llegaba a un punto en que las palabras que me decía se iban separando más y más, dejando pausas cada vez más largas, así que llegó un momento en que dejó de tener sentido continuar hablándome para profundizar más en ese estado, sino que podía ir más profundo simplemente callándome. Así, alcanzaba momentos de agradable y delicioso silencio interior. Con el tiempo, fui haciendo estos espacios más y más largos.
Después aprendí formas de utilizar ese estado, tanto para fines terapéuticos como generativos, así que me ponía en ese estado de silencio interior y probaba con los nuevos patrones hipnóticos que había aprendido. Empecé a manejar mi mente de maneras útiles y beneficiosas. Continúo haciéndolo. Esto ha impactado positivamente en mi vida a todos los niveles, aunque escapa de mi propósito al escribir este artículo.
Por mi experiencia, pienso que tanto la meditación como la hipnosis conducen, si no al mismo estado, desde luego a estados muy similares; de la misma familia. Ambos se caracterizan por la profunda relajación y el enfoque interior, así como por la suspensión del diálogo interno. Después de muchos muchos años de cháchara interna, encuentro esto enormemente saludable y placentero.
Aunque relaciono ambos estados, prefiero identificarlos por separado. Así lo hacen los maestros en esto de los que aprendo, así que, hasta que sepa más, imito a los que saben más que yo. Una vez me visitó un cliente que llevaba años meditando, e incluso había sido profesor de meditación. Cuando induje el trance me aseguré de mantener estos estados separados. Prefiero dejar como está lo que ya funciona a menos que cuente con un propósito específico para ello.
Resumiendo: aunque meditación e hipnosis (o auto-hipnosis) conducen a estados muy similares, la hipnosis es mucho más dirigida. De hecho, la hipnosis es la vía rápida hacia los estados alterados de consciencia. Alguien que sepa lo que está haciendo con técnicas hipnóticas puede conducirte a un estado que tardarías años en lograr sentándote en una silla y dejando tu mente rodar al azar.
En el próximo artículo te enseñaré dos técnicas de auto-hipnosis para que empieces a practicar.
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