miércoles, 19 de septiembre de 2012

JAVIER MALONDA: MEDITACION, UNA PERSPECTIVA DESDE PNL

¿Para qué sirve la meditación?

Puede que te hayas interesado alguna vez por la meditación. Algunas personas meditan. Yo lo hago. En este artículo compartiré conmigo mi experiencia y la utilidad que le doy a la meditación, y lo haré utilizando algunos términos de la PNL. Daré varias pasos hacia atrás de manera que, aunque no conozcas algunos conceptos, puedas seguirme cómodamente mientras me lees con tu propia voz en el interior de tu mente.
Empecé a interesarme por la meditación cuando salí durante un tiempo con una chica hace un par de años. Ella estudiaba budismo y, una de las cosas que hacía regularmente, además de comprar huevos ecológicos, era meditar. Se sentaba en la postura del loto en una habitación a oscuras y se quedaba allí, con los ojos cerrados, tranquilamente. Me senté con ella varias veces. Me resultaba enormemente aburrido. Realmente no le vi la gracia a aquello. Unos meses después, cada uno marchó por su camino y yo dejé de meditar de vez en cuando, y no fue hasta un tiempo después que volví a interesarme por aquello. Esto es para hablar un poco de cómo llegué a la idea de meditar y a los huevos ecológicos. Pero volvamos a la pregunta inicial: ¿para qué sirve la meditación?
Podría analizar las presuposiciones que contiene esa pregunta y hacer algunos comentarios sobre la misma, pero eso no es útil ahora, salvo por la idea de que “meditación” es lo que en PNL llamamos una nominalización. Esto es, no es algo que exista físicamente, que podamos tomar y poner en un caja o jugar con ello. Se trata de un concepto mental que hace referencia a un proceso. También la vida, el amor, el consentimiento, la política y otras muchas cosas son igualmente procesos, a diferencia de los huevos ecológicos, con los que puedes hacerte una tortilla. Así pues, piensa más bien en el proceso de meditar mientras lees este artículo.
Los seres humanos, a nivel sensorial, podemos hacer básicamente tres cosas: ver, oír y sentir. Lo realmente sorprendente es todo lo que podemos hacer a partir de eso. A través de estas “modalidades de percepción” (usando el glosario penelero), recibimos, procesamos y representamos información, tanto externa como internamente. Cada uno de estos canales se llama “sistema de representación” de la experiencia. A medida que crecemos y evolucionamos, en función de las experiencias que vivamos, nos solemos especializar en uno o dos de estos sistemas. Por ejemplo, los arquitectos basan sus habilidades profesionales en su destreza para imaginar, internamente, cosas que no están ahí. Si puedes alucinar una casa antes de que esté construida, entonces eres un buen arquitecto. Si, en cambio, alucinas enanitos verdes correteando por el solar, entonces puedes meterte en un lío y terminar en la butaca de un psicólogo discutiendo sobre ello durante años. Los melómanos y los músicos pueden generar internamente sonidos y melodías que no existen ahí fuera. En general, cada persona suele desarrollar en especial una de estas destrezas, y entonces decimos que su sistema de representación favorito es el visual o el auditivo.
Quizá, después de unos años en este planeta como ser humano, te hayas dado cuenta de que el cerebro suele funcionar en piloto automático. Una idea lleva a otra, y esa a otra, y esa otra a otra, y así sucesivamente. La mayor parte de la población carece de ningún control sobre eso, lo que no es algo necesariamente saludable. Eso explica muchas cosas, pero se sale del alcance de este artículo. Para algunas personas, entre las que me conté hace tan sólo unos pocos años, las imágenes en su mente pueden llegar a sucederse a tal velocidad y con tanto realismo que los sentimientos que generan pueden resultar claustrofóbicos. Esto puede ser útil si eres director de cine y quieres rodar una obra magna del cine de terror, pero para alguien que tiene otros intereses puede ser un trastorno en su vida. La meditación, que no la medicación, puede ayudar a estas personas.
Aquí podría entrar a hablar de mente y estados de consciencia, pero quiero mantener esto lo suficientemente simple como para hacerlo relativamente breve. Para mí, la meditación es una manera de cultivar un estado de relajación y, en cierto modo, de algo que solemos denominar “presencia”. No se trata de ir con traje y corbata, se trata de enfocar y mantener relajadamente la mente en lo que está sucediendo en el interior de uno y en el entorno. Algo así es lo que obtienes cuando dejas de usar el cerebro para crear imágenes y sonidos azarosamente; terminas con todas las distracciones interiores para enfocarte en lo que está sucediendo ahora. Eso te permite ser mucho más eficiente en cualquier cosa que haces, y ser mucho más consciente de lo que te sucede por dentro. Porque precisamente no se trata de algo que “suceda”, sino que es algo que haces sin darte cuenta, inconscientemente. Por eso se dice que meditar desarrolla la consciencia, porque te permite poner más atención a ti mismo y a lo que te sucede mientras estás haciendo lo que sea que haces. Esto es especialmente recomendable cuando estás teniendo sexo.
Al sentarte en paz y ponerte a meditar, te das cuenta fácilmente de que haces imágenes y sonidos en tu mente, y de cómo los primeros y los segundos se traducen en sensaciones internas que hacen que algunos músculos se tensen, ciertos órganos se muevan y cambie tu postura. En general, te hace darte cuenta de tu propio mundo interior y de cómo te influye, y de cómo esa influencia se traduce después en creencias y en comportamientos, no siempre útiles y beneficiosos, y en muchos casos ni siquiera agradables. Si todos los días revives un acontecimiento desagradable del pasado y eso tensa una serie de músculos que te aplastan el hígado, eso puede resultar poco agradable a largo plazo.
Meditar consiste en cultivar ese estado de alerta relajada que te permite afrontar cualquier cosa con cierta tranquilidad, al menos hasta donde yo he explorado. Es un estado en el que profundizas cada día y que después llevas contigo allá adonde vas, haciendo que tus experiencias cobren una nueva dimensión. Una dimensión en la que tu mente deja de rodar y rodar al azar y en la que tomas control sobre tu propio cerebro y empiezas a elegir lo que haces con él. Eso te da nuevas posibilidades y alternativas, y en general enriquece tu vida de maneras que ni siquiera hubieras creído posible antes.
Hace miles de años, cuando los humanos vivíamos en las cuevas y luego en las sabanas y no había videoconsolas ni programas del corazón, estábamos a merced de mil y un peligros. La parte reptiliana del cerebro, algo así como la central de alarmas del sistema nervioso, trabajaba a destajo. Casi en cada momento había que decidir entre ponerse violento o salir pitando. No ver unos ojos entre la maleza o pasar por alto el sonido de una rama que cruje podía significar que termináramos descuartizados en la panza de un gran felino. Hoy en día, mucho tiempo después, la civilización ha evolucionado lo suficiente para que todos esos peligros hayan quedado ya muy atrás. Sin embargo, esa parte reptiliana sigue activa y vigente, pero ahora no se activa cuando ve un tigre de dientes de sable, sino que se pone en funcionamiento cuando vemos al jefe o creemos que alguien nos mira mal. Para muchas personas, la vida sigue siendo un lugar temible plagado de peligros, imaginarios pero que se sienten igual de reales, y el centro de control de alarmas sigue trabajando a destajo. Por eso, sentarse en un lugar cómodo y tranquilo en el que sabremos que no seremos molestados durante un rato, permite convencer a esa parte reptiliana de que todo está bien, y de que todo aquello que nos estresa y nos acongoja queda lejos y está bajo control. Esto permite cultivar un estado en el que puedes hacer frente más tarde a cualquier situación, con tus sentidos funcionando a pleno rendimiento y desde un estado de relajación y alegre disposición, en lugar de hacerlo desde un estado de nerviosismo y puro acojone.
Presupondré que entiendes que vivir la vida en el primer estado es mejor que hacerlo en el segundo.

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